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Ruta de la Industria

Lisboa y el río Tajo vienen coqueteando desde el nacimiento de la ciudad hasta nuestros días.

La causa de las primeras relaciones de Portugal con el mundo exterior fue, precisamente, la localización privilegiada de este “jardín a la orilla del mar.

En el siglo XV, con los Descubrimientos, se asistió a una valorización nunca vista del puerto de Lisboa que se convirtió en puerto de mar y polo económico de importancia imperial.

A su vez, el proceso de industrialización solo arrancaría verdaderamente en la segunda mitad del siglo XIX, con la construcción de fábricas a lo largo de la fachada costera.

La existencia de solares resultantes de terraplenado, las conexiones fluviales ya existentes, y más tarde las ferroviarias, justificarían la localización de gran número de unidades industriales.

Con el desarrollo industrial a lo largo del siglo XIX, toda la parte oriental (Xabregas, Beato, Marvila…) ganaría relevancia. La zona de Poço do Bispo, con innumerables barrios operarios densamente poblados, se convertiría en uno de los lugares más aglutinados lo que llevaría a la instalación de algunas unidades fabriles comprendidas principalmente entre la Rua do Açúcar y Braço de Prata.

Del otro lado del Tajo se destacarían otras ciudades. A pocos minutos de la capital (20 minutos en barco), Barreiro. Punto neurálgico de la red ferroviaria nacional, este lugar asociado al tráfico fluvial acabaría por constituirse en importante puerta de entrada a la ciudad de Lisboa.

Podemos afirmar que Barreiro fue uno de los mayores centros industriales de Europa en la primera mitad del siglo XX, patrimonio que todavía hoy se encuentra bastante presente. Tanto la Casa Museu Alfredo da Silva como el Museu Industrial da Baía do Tejo son testimonio de la historia de una actividad que transformó Barreiro de pequeña villa pesquera en polo industrial incuestionable.

De Barreiro a Cacilhas, hay un salto (o 10 minutos en barco si el origen es Lisboa). Con vistas privilegiadas a la capital, el concurrido (y tan paseado, valga la redundancia) paseo de Ginjal guarda vestigios de edificios hace mucho abandonados, en su mayoría fabriles y comerciales.

En Almada, Lisnave con su gran estructura y Mundet, en Seixal, hacen parte de la arquitectura visual de Lisboa.

El paseo continúa por la orla ribereña, de regreso a la capital. Se llega en un ápice a Alcântara, con sus pregonados polos creativos.

Empezando por LX Factory que remonta a 1846, año en que se instaló la Companhia de Fiação e Tecidos Lisbonense, uno de los más importantes complejos fabriles de Lisboa. Hoy se asume como “una fábrica de experiencias donde es posible intervenir, pensar, producir, presentar ideas y productos en un lugar de todos, para todos”.

Y terminando en el Village Underground, espacio que comparte “casa” con el Museu da Carris desde el año 2014 y donde se encuentran contenedores de buques y autobuses antiguos transformados en oficinas y zonas dedicadas a la práctica creativa en general.

Nos muestra en suma la historia de la arquitectura industrial en que, efectivamente, nada se pierde y todo se transforma. Los espacios que sirvieron un día a una industria sirven hoy también a otra: la industria creativa.


Y en común, como paño de fondo de estos espacios, el río Tajo.