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Ruta de Pessoa

Podríamos afirmar, sin equivocarnos, que no habría Pessoa sin la ciudad de Lisboa. O que Lisboa no sería la misma sin Pessoa. 

Poeta lirico y nacionalista, cultivó una poesía centrada en los temas tradicionales de Portugal y en su lirismo nostálgico, con reflexiones sobre “su yo más profundo”, sus inquietudes, la soledad y los estados de tedio que le asolaban.

Nace en 1888, en el cuarto piso de la puerta cuatro del Largo de São Carlos, en el Chiado. Esta zona, tal como la Baixa y el barrio de Campo de Ourique, acabaron por ser el escenario que marcaría su vida, hecho que se va evidenciando, verso sí y verso también, a lo largo de su vasta obra. 

A Pessoa no le gustaba viajar. La excepción a la regla fueron los nueve años de su infancia pasados en Durban, Sudáfrica, donde su padrastro era cónsul. El hecho de no haber viajado mucho propició el mantenimiento de una relación íntima con su ciudad. Pessoa amaba Lisboa y hacía cuestión de que los demás la vieran con sus mismos ojos. 

Dispensó carreras superiores, habiendo asistido apenas dos años a la Facultad de Letras. Siendo autodidacta, hizo de la Biblioteca Nacional su segunda casa, en la que absorbió libros de filosofía, religión, sociología y literatura. 

Solitario asumido, dedico su vida a las palabras. Hizo traducciones, fue publicista, editor, filósofo, dramaturgo, ensayista, astrólogo... Fundó Orpheu, junto con Mário de Sá-Carneiro, Raul Leal, Luís de Montalvor, Almada-Negreiros y el brasileño Ronald de Carvalho. 

Deambulaba por las calles lisboetas, entre despachos y cafés. Conoció a Ophelia, el único amor que se le atribuye, en uno de los despachos por los que pasaba. Del café́ A Brasileira, donde transcurrían largas tertulias, bajaba hasta la Praça do Comércio para sentarse a la mesa del Martinho da Arcada. 

La inquietud es una constante a lo largo de los 47 años de vida de Pessoa. Aunque bien es verdad que, si no fuera por esta característica, no habría obra. Fernando Pessoa y sus múltiples personajes son más que un legado. Llamémosle antes almas que existieron y que intentaron forzosamente y sin éxito, entender el sentido real de la vida.