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Ruta de Pessoa

Si pudiéramos resumir la vida de Fernando Pessoa en una única palabra, esa palabra sería “desasosiego”. Aflicción, inquietud, entre otros sinónimos, se apoderarían del cotidiano del poeta que iba encontrando en los rincones de Lisboa puertos de abrigo para su extraña forma de vida. Inventaba, entre cafés y despachos, el espacio personal que le permitía crear esa vida paralela en que encontraba mayor sentido.

Jugamos a existir

“Jugar a las vidas” fue la gran hazaña del poeta. El mundo literario llamó heterónimos a los personajes creados por Pessoa. Sin embargo, de entre los más de 70, apenas cuatro se destacarían: Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y el semi heterónimo Bernardo Soares.

Fueron varios los motivos apuntados para la creación de los heterónimos, y la genialidad del autor es apenas uno de ellos. Hay quien considere la muerte de su padre y de su hermano Jorge, como el motor catalizador para la creación de los personajes. Se dirimía la necesidad del poeta de crear familias imaginarias, frente a una especie de desmoronamiento de la suya y, más allá de la cuestión familiar, la obvia e intensa necesidad del escritor de ver el mundo con los ojos del Otro.

Un no libro escrito por un hombre que no existió

“Son mis confesiones y si en ellas nada digo, es que nada tengo que decir”: así presenta el Libro del Desasosiego, que escribió bajo el semi heterónimo Bernardo Soares.

La obra que empezó siendo escrita cuando Pessoa tenía 25 años, y que le acompañaría el resto de su vida, se revelaría como una especie de laberinto en que el autor procuraba responder a preguntas como “¿quién soy?” o “¿cómo puedo explicar la realidad?”. En ella coexisten más de 500 textos sin principio, medio y fin. Apenas dudas existenciales, preguntas por responder y un desasosiego latente de quien nunca consiguió entender el mundo.