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Ruta de Fado

Visite los barrios típicos del Fado y descubra lugares inolvidables.

No sirve de nada explicar el fado. Quienes lo han intentado, se han perdido en referencias y fechas contradictorias y no han podido seguirle el rastro. Hay quien diga que surgió de los cantos moros, entre las gentes que fundaron el barrio de Mouraria, en Lisboa, tras la reconquista cristiana. Otros creen que sustituyó la canción de gesta medieval, aunque también se especule que pueda haber evolucionado a partir de la modinha, popular en los siglos XVIII y XIX, como resultado de una fusión con el lundu, de origen angoleño.


¿Quieres saber realmente de dónde viene el fado? ¿Para qué, si el misterio queda tan bien así? Óyelo, si puede ser en su propio ambiente, en las calles de los barrios típicos lisboetas, y déjate perder en él, en sus improvisaciones de guitarra. Así es como podrás encontrarlo.


Fado es una palabra que proviene del latín y significa «destino». Tener en la raíz algo tan denso y grave como el destino le marcó el carácter. Es por eso que el fado canta sobre emociones fuertes, amores y desamores, traiciones, celos, venganzas y desgracias. Pero, a diferencia de lo que se afirma, el fado no siempre es triste. A menudo atrevido y bohemio, sabe como nadie cantar la gracia de su pueblo: las varinas (vendedoras ambulantes de pescado), los marineros, los bohemios, las niñas, en fin, toda la movida de Lisboa.


Lo único seguro sobre los orígenes del fado es que nació en el corazón de esta ciudad, fruto de un caldo de cultivo que mezcla la cultura mora con gente del mar. De ahí viene el galanteo con sus barrios centenarios y sus callejones de estilo morisco que bajan empinados hacia el muelle.


Aunque de tipo popular, la canción de Lisboa también sedujo a la aristocracia bohemia, de tal modo que de la historia del fado forma parte el mito de la relación amorosa de un aristócrata, el Conde de Vimioso, con Maria Severa Onofriana (1820-1846), meretriz consagrada por sus dotes de cantadora. De esta leyenda versan muchos fados e incluso sobre ella se ha escrito una novela.


El fado más antiguo es el «fado do marinheiro», que estableció el modelo para todos los demás. De esta raíz común surgieron varios caminos, que resultaron en estilos diversos: fado castizo, fado aristócrata, fado corrido y fado bohemio son algunas de las facetas de esta vieja tonada lisboeta.


Hasta institucionalizar la costumbre de oír fado en casas especializadas, la canción de Lisboa corría libre por la boca de artistas aficionados. Solo a partir de los años 30, las casas de fado surgieron con fuerza, sobre todo en el Barrio Alto. Esta evolución lo alejó de la improvisación, pero no lo bastante para acabar con las tabernas donde se realizan actuaciones espontáneas al son de la inspiración del momento.


Los primeros registros discográficos producidos en Portugal datan de principios del siglo XX, pero el mercado nacional en esa época aún era muy incipiente y el internacional desconocía completamente la extraña y dulce tonada lisboeta.


La época de oro del fado empieza en los años 40. A partir de esa época y hasta mediados de los años 60, se multiplicaron talentos y nacieron estrellas de primera categoría, como Amália, que llevaron finalmente el fado a todo el mundo y lo consagraron en los circuitos de World Music.


En años más recientes, una nueva generación de fadistas e instrumentistas han llevado al fado sonidos de fusión que, sin modificarle el carácter, aportan facetas insospechadas.


En noviembre de 2011, la Unesco declaró el fado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Y la historia del fado, claro, no termina aquí...